Blog dedicado al estudio de la democracia en todos sus aspectos, pero centrándose en los formales, es decir, en el estudio de los sistemas políticos que aspiren a lograrla.
martes, 16 de diciembre de 2008
lunes, 15 de diciembre de 2008
El sistema de partidos: estudio de alternativas (1ª parte)
En este sentido, para aumentar el nivel de la misma es necesario caminar en una dirección tal de forma que el ciudadano tenga de nuevo; acercándose a la antigua Grecia o sin irse tan lejos ni en el tiempo ni en el espacio, a la misma Suiza, Francia o Reino Unido; el protagonismo que se merece.
domingo, 30 de noviembre de 2008
El sistema de partidos: estado de la cuestión
El papel del ciudadano
Si los partidos políticos, o en su defecto, sus dirigentes bien sea a nivel municipal, autonómico, nacional o estatal, toman todas las decisiones ¿que papel le queda al ciudadano?
Tal y como la concibieron los griegos, el protagonista en una democracia era el ciudadano. Según los expertos(1), tras la Segunda Guerra Mundial y con la aparición de la Guerra Fría, se fueron implantando en Europa los actuales sistemas de elección de gobiernos. El aumento de población y la consiguiente necesidad de representantes, junto con la necesidad de tener gobiernos «fuertes», ha servido como excusa en la mayoría de países en donde esos sistemas se ha implantado, para crear una casta política endogámica.
Endogamia política
Es endogámica porque apenas varía. Se elige a una parte de ella para ocupar unos puestos, mientras que la otra pasa a «la reserva». Para acceder a ella es necesario pasar por los filtros que ella decide. Los «apartados» ideológicos están copados.
Esto provoca que en cuanto surge la oportunidad, se aprovechan como se puede nuevas brechas ideológicas, culturales o políticas en general. Pero la cuestión de fondo es que el ciudadano acaba quedándose una y otra vez, fuera del juego. No se piensa sea necesario decir que un sistema en donde el ciudadano no decide, que no influye tan siquiera en este panorama, no es una democracia.
Podría decirse que cualquier ciudadano puede formar un partido. El problema de esto se ha mencionado: al convertirse en parte de la casta es el nuevo partido quien decide. Por buenas que puedan parecer sus intenciones, en caso de alcanzar el poder este pasara a formar parte de otra casta renovada, pero el ciudadano una vez más, volverá a quedarse al margen. Y ya se sabe el poder, lo que acaba produciendo en las personas una vez se exponen a el.
La posibilidad de elección y acceso a la política
No se sabe quien está realmente dentro de los partidos. Cuando uno de ellos elige a un presidente, nadie más que los afiliados del partido lo conoce lo suficiente. En algún caso se pasa de alcalde a ocupar otros puestos, incluso ser presidente del gobierno. Pero en todo el proceso apenas ha habido ocasión de que los ciudadanos hayan decidido sobre el.
Se podría pensar que si ha sido elegido como presidente autonómico, por ejemplo, ya se tiene una valoración de este político como candidato y representante por parte de los ciudadanos. Sin embargo, la realidad nos muestra como a duras penas se puede hacer tal cosa de un candidato, ya que estamos obligados a elegir listas cerradas y programas electorales completos, además de tener que esperar varias legislaturas.
Los partidos
La casta política tiene como unidad fundamental el partido. El «átomo político» es el partido. O más bien la «célula» del sistema partidocrático, y como célula, ha de alimentarse. La financiación de una campaña electoral podría ser el motivo para que gente, ciudadanos de ideologías afines, se organizaran conjuntamente en forma de partidos para economizar y optimizar gastos. En lugar de esto, en España la financiación de los partidos corre a cargo del Estado. Un Estado al que accederán los propios partidos que son financiados. Partidos que utilizarán esa financiación para, por supuesto, seguir en el poder, y tener, si es posible, más financiación, para seguir aún más en el puesto. Y así sucesivamente. El partido se convierte así, en una forma de acaparar poder, no de representación.
El partido es la razón fundamental, el objetivo político, y al mismo tiempo la fuente de todas las decisiones. El objetivo de sus miembros o afiliados no es la representación democrática. Primero está el servir al partido. Y el partido tiene como objetivo la supremacía política, de forma similar a como una empresa cualquiera tiene un objetivo similar, en el ámbito económico(2)
Comparación entre un mercado económico y el político
Continuando con el símil mercantil, para una mejor ilustración de la ineficacia del actual sistema, se va a comparar el funcionamiento del mercado (económico) con el político. En un sistema de mercado libre o parcialmente intervenido, las empresas siguen como objetivo la satisfacción del consumidor (las tácticas manipuladoras existentes en la propaganda, comunes también en el terreno político, se van a dejar a un lado por ahora). Para ello, el consumidor o ciudadano tiene todo un abanico de posibilidades y productos a elegir, así como donde y cuando realizar su compra. Si desea hacerlo.
Si este panorama fuera tal y como funciona el actual sistema representativo político en España, la situación quedaría como sigue: el ciudadano o consumidor, no podría realizar sus compras cuando quisiera, solo cada cierto tiempo establecido. Mientras tanto, la oferta no estaría en función de atender a las necesidades, sino que toda ella estaría limitada a la decisión de una casta dirigente (de forma similar a lo que ocurría en la URSS en todos los ámbitos). Pero no acaba aquí el panorama desolador. El consumidor no solo estaría limitado a comprar los productos disponibles, sino que debería comprarlos en bloques, es decir, como si al entrar a los supermercados no se pudiera acceder a la totalidad de los productos, sino que se tuviera que elegir entre unas listas cerradas y bloqueadas de productos, en las que se supone hay un surtido de todo lo que necesitamos, con ligeras diferencias entre ellos, pero que muy rara vez podrían ser de gusto de los consumidores al no cubrir todos los posibles gustos y preferencias de estos, teniéndose que conformar con la lista menos mala.
El partido no permite que convivan dentro de el otras corrientes ideológicas distintas a la del dirigente. De hacerlo, serán relegados al ostracismo, al olvido, al ninguneo. Rosa Díez, Acebes, Zaplana, Gallardón..., aquellos que difieran de la corriente principal están ineludiblemente condenados al enfrentamiento, porque el partido así lo ha decidido. El seguimiento religioso del líder es obligado para prosperar en la carrera política.
En la actual configuración, los partidos son receptores de personas con gran avidez por el poder y la notoriedad. Este en si no es el problema. Es más, puede que hasta sea necesario que hayan personas con estas «aficiones». Pero la cuota de poder ejercida desde la cima, hacia la parte inferior de la jerarquía, es tan alta en un sistema basado principalmente en partidos que es especialmente atractiva para este sector de la población humana. El partido manda, nadie fuera de el le controla salvo otro partido y siempre y cuando sea sustituyéndole en el poder. No hay contrapeso durante las legislatura. Por lo tanto, el que acaba estando al frente de un partido, haya sido elegido de la forma que sea, manda mucho. Y esto «tira mucho».
próximamente: estudio de alternativas
martes, 7 de octubre de 2008
Partidocracia en España (segunda parte)
Esos números, analizados desde un punto de vista frío y desapasionado, no nos dejan lugar a la duda, como apunto allí:
La triste conclusión es que claramente en más de la mitad de las comunidades autónomas de España (muchas más de la mitad si sumamos las de color amarillo) lo que hay son gobiernos salidos de la partidocracia y no de la democracia. Fueron los partidos los que tomaron la decisión de quien gobernaría, de espaldas a los ciudadanos, y por intereses que estos, los gobernados, probablemente jamás conocerán. ¿Se puede calificar esto de democracia? Por supuesto que no, es simple y llanamente partidocracia.
La partidocracia se ha instalado en España a todos los niveles. Ya vimos como se metió en las elecciones generales, terminamos de ver como se ha incrustado en las elecciones autonómicas, y acabo de empezar el análisis de las elecciones municipales. Una vez concluido éste, expondré algunas propuestas (que serán mucho mas breves, por lo evidentes) de lo que habría que hacer para convertir el actual sistema partidocrático en un sistema verdaderamente democrático; soy consciente que de poco o nada servirá, porque lo que hay es lo que hay, y la inmensa mayoría de los ciudadanos no son conscientes de esa condición, sino de la de meros votantes a partidos; pero por mí que no quedé, y ahí quedarán el estudio y las posteriores propuestas, por si alguien que venga después quiere mirarlo con algún interés.
jueves, 28 de agosto de 2008
Por qué las democracias colapsan (y ii)
Resultados
Los resultados de las investigaciones se basan en numerosas evaluaciones de las relaciones entre las variables resultantes de la codificación de los casos. Los métodos utilizados son: simple desglose en tablas que evalúan diferentes ratios entre los casos de colapso democrático frente a los de la estabilidad democrática para cada variable; coeficientes de correlación phi y pruebas chi-cuadrado que muestran la interconexión entre dos pares de variables opuestas (dicotómicas) y pruebas de regresión logística que muestran cómo la codificación dicotómica "produjo" el resultado "esperado" de ello e indican qué variables fueron más importantes y la medida en que "predijeron" por qué las democracias se derrumbaron.
(…) Los 55 coeficientes de correlación entre las 11 variables independientes produjeron sólo 10 casos con una correlación superior a 0,35. Es interesante observar que cinco de los seis más altos se produjeron entre sólo cuatro de las 11 variables: intervención extranjera, mal funcionamiento de la economía, historia desfavorable y conflictos sociales. Teniendo en cuenta esta superposición parcial, el poder predictivo combinado de estas variables (véase más adelante) es aún más impresionante. Los valores más altos de correlación los produjeron la representación proporcional y la fragmentación del sistema de partidos (0,45). (…)
El Cuadro 1 presenta una acumulación de las estadísticas para cada una de las 11 variables. Los resultados chi-cuadrado muestran la relación entre cada una de las variables y el colapso democrático. Esta columna nos lleva a varias conclusiones interesantes. En primer lugar, una de las cuatro variables institucionales – el federalismo – no produce resultados significativos. Un vistazo a los casos muestra que el porcentaje de sistemas no federales es prácticamente equivalente tanto en la estabilidad como en el derrumbamiento democrático. La debilidad constitucional, por otra parte, es la más fuerte de estas cuatro variables con respecto a colapso democrático, seguida por el presidencialismo y la proporcionalidad. La justificación de la primera variable es bastante evidente: el hallazgo, en relación con el presidencialismo, es coherente con la literatura. De hecho, de las democracias estables, la mayoría son parlamentarias (75,0 por ciento), mientras que son una minoría de las colapsadas (36,7 por ciento). Esto se relaciona con el hecho de que mayoría de los países europeos son parlamentarios, mientras que la mayoría de los países de América latina son presidencialistas. La proporcionalidad, por otro lado, produjo importantes resultados, pero en sentido contrario a lo esperado: de las democracias colapsadas, la mayoría tenían poca proporcionalidad (53,3 por ciento). Entre las democracias estables, la relación es al contrario: sólo una minoría de los casos tienen baja proporcionalidad (34,4 por ciento). Estos resultados van en contra de la mayor parte de la literatura dedicada a esta cuestión. Ocurre que, mientras que algunos estudiosos defienden la proporcionalidad, afirmando que los sistemas más proporcionales no necesariamente son menos estables que los sistemas menos proporcionales, no disponemos de ningún estudio que sostenga que los sistemas electorales proporcionales son más estables que aquellos con baja proporcionalidad. Sin embargo, esta es la conclusión a la que nos llevan nuestros datos.
Las tres variables de mediación también proporcionaron resultados estadísticamente significativos y, sin embargo, todos eran más débiles que los de las variables sociales y uno de ellos (como en el caso anterior de proporcionalidad) resultó ser contra - intuitivo. El nivel de inestabilidad gubernamental obtuvo la puntuación más alta: las democracias estables tienen gobiernos estables (81,3 por ciento), mientras que las democracias malogradas carecían de ellos (30,0 por ciento). Una baja polarización del sistema de partidos es evidente en la mayoría de las democracias estables (59,4 por ciento), mientras que está ausente en una gran mayoría de las democracias inestables (73,3 por ciento). Sin embargo, es la fragmentación del sistema de partidos la que, al igual que la proporcionalidad del sistema electoral, produjo resultados que van en contra de la literatura científica (ver los resultados phi en la Tabla 1, que ponen de manifiesto la dirección “opuesta / equivocada" para las dos variables). La mayoría de las democracias colapsadas tenían una baja fragmentación (56,7 por ciento), mientras que la gran mayoría de las democracias estables tienen media o alta fragmentación (65,6 por ciento). Esto no quiere decir que casos particulares, tales como Polonia en 1926 o Alemania en 1933, no confirmen la influencia negativa de una alta fragmentación del sistema de partidos ni que la "atomización" no tenga efectos devastadores.
La variable exógena (intervención extranjera) produjo los resultados más robustos, de acuerdo con los resultados chi-cuadrado y phi. Aproximadamente en 9 de cada 10 democracias estables incurrió un nivel bajo de participación de países extranjeros, u otros elementos, en su política interior (87,5 por ciento), mientras que por encima de tres de cada cuatro democracias colapsadas fueron objeto una participación relativamente alta de países extranjeros (76,7 por ciento).
En resumen, la correlación de variables con el colapso democrático y la influencia de cada variable de acuerdo con los 30 casos de democracias fracasadas y 32 casos de democracias estables produjeron resultados realmente interesantes. Las relaciones más fuertes que llevan al colapso democrático no se dan en variables institucionales, sino en variables sociales, en la intervención extranjera y en una variable intermedia (la inestabilidad gubernamental). Por otra parte, la proporcionalidad y la fragmentación tienden a estar relacionadas con el colapso de las democracias de una manera contraria a la que habitualmente se ha sugerido por la literatura dedicada a estos temas.
Cuando la variable dependiente es binaria, como en los casos examinados en este artículo, el empleo de análisis de regresión logística parece más apropiado. Requiere un menor número de hipótesis que el análisis discriminante y que no viola los supuestos exigidos por otras técnicas multivariable (Hosmer y Lemeshow, 1989). Los efectos de interacción también fueron examinados pero, salvo una excepción, los resultados no añadieron ninguna información sustancial a los modelos concisos presentados a continuación.
El análisis logístico completa la influencia de estas variables con respecto a la caída de los regímenes democráticos de manera más precisa. El más bajo poder predictivo de una variable individual en nuestro estudio es del 51,6 por ciento. Esto es así porque cuando se predice que "todas" las democracias se mantendrán estables, la predicción se demuestra correcta en 32 de los 62 casos (51,6 por ciento). Para que haya una contribución, al menos algunos de los casos deben predecirse como un colapso. Las predicciones más correctas sobre estabilidad y colapso se producen por medio de la regresión logística, la mejor capacidad de predicción que tiene una variable particular.
Así pues, si bien muchas de las variables podrían estar relacionadas con el colapso democrático, la mayoría no contribuyen significativamente a la correcta predicción de cuáles democracias colapsaron y cuáles no. El poder predictivo de cinco variables es inferior al 70 por ciento, mientras que en sólo dos casos (participación extranjera y antecedentes desfavorables) es superior al 80 por ciento. Lo que queda por ver es si las variables adicionales, con o sin la capacidad de predicción independiente, pueden contribuir en general a predicciones correctas más robustas.
Un método simple para examinar la contribución acumulada de las variables se muestra en el cuadro 2. Esta tabla compara el número de resultados negativos de las cinco variables más importantes (fisuras sociales, mal funcionamiento de la economía, historia peyorativa, inestabilidad gubernamental e intromisión extranjera) en democracias colapsadas y democracias estables. Es evidente que, cuanto mayor sea el número de valores negativos para estas variables, menor será la probabilidad de una democracia permanezca estable. De los 28 casos con dos valores negativos o menos sólo una se derrumbó. En el otro extremo, de los 27 casos con cuatro o cinco resultados negativos, todas menos una cayeron.
Otra manera de examinar la influencia acumulada de las variables críticas se muestra en los cuadros 3-6. Estos cuadros representan, respectivamente, los mejores modelos logísticos para dos, tres, cuatro y cinco variables. El mejor modelo de dos variables logísticas implica las dos variables más influyentes: la participación de extranjeros y la historia desfavorable. El modelo predice correctamente 52 casos (83,9 por ciento), en comparación con las 51 o 50 predicciones correctas para cada una de las variables implicadas cuando se examinan por separado. En otras palabras, incluso la mejor combinación de dos variables no aumenta nuestra comprensión de la inestabilidad democrática.
El caso de los modelos de tres variables es diferente. Si bien cuatro de cada siete casos con exactamente tres variables negativas permanecieron estables, el poder predictivo del mejor modelo logístico de tres variables, que incluye la inestabilidad gubernamental a los dos variables empleadas en el modelo anterior, es impresionante: predice correctamente 58 casos (93,5 por ciento). Debe señalarse que otros modelos de tres variables son mucho más débiles. Por ejemplo, examinamos un modelo donde la inestabilidad gubernamental era reemplazada por el malfuncionamiento económico. Este modelo, que es el segundo mejor dentro de los de tres variables, sólo predice correctamente 54 casos (87,1 por ciento). Aunque el mal funcionamiento económico está relacionado estadísticamente con la estabilidad democrática más fuertemente que la inestabilidad gubernamental, su alta correlación las dos variables independientes más fuertes reduce su impacto en el modelo combinado. Cuando tanto el mal funcionamiento económico como la inestabilidad gubernamental se utilizan con la participación extranjera y el pasado desfavorable en un modelo logístico de cuatro variables, la capacidad predictiva aumenta al 95,2 por ciento (59 casos se predijeron correctamente y sólo falló en 3).
El modelo de cinco variables falla sólo en dos casos, con un poder predictivo de 96,8 por ciento. Los casos donde falló son la India en 1998 (con una muy alta probabilidad de colapso) y Uruguay en 1973 (con una probabilidad despreciable de colapso). Entre los países estables, con un 46,6 por ciento, Israel en 1998 es el caso con la segunda mayor probabilidad de colapso (ver Diskin, 2003). La probabilidad de colapso de los demás casos, de acuerdo con el modelo de cinco variables, es mucho menor. Entre los casos de colapso que predijo correctamente sólo en el de Chipre en 1974 dio una muy alta probabilidad para permanecer estable (49,4 por ciento).
Conclusión
Este estudio intenta trascender el enfoque teórico político-institucional y socio-económico para abordar la estabilidad democrática, utilizando un estudio comparativo y la investigación empírica de diseño para delimitar las variables que contribuyen al colapso de los regímenes democráticos. Al hacerlo, ofrece un amplio enfoque y genera resultados que son estadísticamente significativos y modifican estudios teóricos anteriores. Sobre la base de estas conclusiones, es fácil pensar en otras estrategias de investigación y los posibles futuros enfoques. Por ejemplo, sería interesante examinar cambios interanuales en determinadas democracias. Un desafiante proyecto de investigación llevado a cabo dentro de ese marco puede ayudar a predecir la estabilidad potencial, por ejemplo, de las nuevas democracias.
En este estudio se investigaron 11 variables: federalismo, presidencialismo, proporcionalidad, debilidad constitucional, divisiones sociales, mal funcionamiento de la economía, historia desfavorable, la fragmentación y polarización del sistema de partidos, inestabilidad gubernamental y participación extranjera. Todos menos uno (federalismo) producen resultados que demuestran estar relacionados con el fracaso democrático. Sin embargo, dos de las variables examinadas – la fragmentación del sistema de partidos y una variable relacionada con la proporcionalidad del sistema electoral – se correlacionan con el colapso de la democracia en una dirección opuesta a la sugerida por la mayoría de la literatura.
Variables de las cuatro categorías examinadas (institucionales, sociales, de mediación y exógenas) demostraron estar relacionadas con el colapso de la democracia. Es evidente, sin embargo, que el más importante grupo está compuesto por las variables sociales.
Es importante destacar que ninguna variable por sí misma es capaz de predecir el colapso democrático. Los resultados muestran no sólo que las variables están relacionadas con el colapso democrático, y en qué orden jerárquico, sino que la clave para la desaparición de un sistema democrático es una combinación de variables. La mayoría de variables cruciales son las siguientes: divisiones sociales, un mal funcionamiento de la economía, una historia desfavorable, inestabilidad gubernamental y la participación extranjera. Si cuatro de estos factores negativos aparecen simultáneamente, el régimen democrático está prácticamente condenado al fracaso. La democracia es, por tanto, ni frágil ni débil, sino, más bien, un régimen muy resistente. Un solo factor debilitante muy raramente puede conllevar su fracaso.
viernes, 15 de agosto de 2008
Del voto electrónico a la democracia sin rozamiento
Los sistemas electrónicos pueden hacer mucho mas que eso; Pueden sustituir en parte al legislativo y al ejecutivo, pueden servir para que los partidos no tengan por qué ser algo que tengamos que tragar obligatoriamente, pueden servir para impedir que el representante se aleje de sus votantes. Puede servir para que cada ciudadano pueda votar personalmente los asuntos que considere y delegue los que quiera.
Mediante representaciones en cascada para cada tema, el ciudadano puede delegar su voto en alguien de confianza que opine como él, por ejemplo, un amigo o un vecino. Éste último puede hacer lo mismo o retener su voto en ciertos temas para si. En cualquier momento puede revocar esa representación. De esta manera las votaciones podrían acomodar una mezcla de referéndum y voto a través de representantes mas conveniente para las necesidades, conocimientos y tiempo a dedicar por parte de cada uno. El ciudadano podrá cambiar de representante en cualquier momento. Si vota el representado directamente en un tema, ese voto revoca el de su representante. para ese tema. Por tanto, nunca habría una división clara entre clase política y resto de la sociedad.
Un sistema abierto para la elaboración de propuestas y enmiendas abriría la posibilidad de que cualquier ciudadano tenga una iniciativa legislativa, que debería estar acompañada del correspondiente presupuesto y comisión ejecutiva que lo lleve a cabo antes de su aprobación. por el sistema de votación descrito anteriormente. Un calculo sencillo permitiría mostrar a cada votante lo que le correspondería pagar individualmente en caso de que esa propuesta fuera aprobada. El presupuesto de cada medida estaría visible para cada votante interesado.. Esto evitaría la demagogia de los políticos, basada en la ignorancia presupuestaria de los electores. Un porcentaje relativamente pequeño de votantes podría bloquear una propuesta por anticonstitucional.
Todos los porcentajes , mayorías y procedimiento a su vez podrían ser enmendadas y modificadas como cualquier otra propuesta, con el mismo método.
Para propuestas con varias opciones, por ejemplo, elecciones con varios candidatos, la votación continuada, con plazo fijo de terminación y publicación de resultados parciales sustituye con ventaja a la votación a varias vueltas (equivale a la votación a x vueltas cuando x tiende a infinito).
Extraído del artículo homónimo en el blog Políticamente Incorrecto
miércoles, 13 de agosto de 2008
Por qué las democracias colapsan (i)
Artículo de ABRAHAM DISKIN, HANNA DISKIN y REUVEN Y. HAZAN aparecido en el International Political Science Review (2005), vol 26, no. 3, pp. 291 - 309.
La controversia sobre la estabilidad democrática
Hay un buen número de estudios empíricos comparativos sobre estabilidad democrática. La mayoría de ellos se han centrado o bien en la tradición político – institucional, o bien en la socioeconómica, pero no generalmente en ambas. Además, la mayor parte de la investigación habla de la transición hacia y la consolidación de la democracia más que de su estabilidad a largo plazo. Hasta el momento, ha sido escasa la investigación que uniera variables de ambas tradiciones y concediera importancia a la estabilidad democrática (Berg – Schlosser yDe Meur, 1994; Berg-Schlosser yMitchell, 2000, 2002; Gasiorowski yPower, 1998; Hadenius, 1994). Este tipo de estudios merece ser reconocido por su naturaleza y enfoque interdisciplinar y por sus descubrimientos relativos al impacto de un grupo de variables en las demás, pero todavía hay espacio para la expansión y el desarrollo.
Este artículo enlaza cuatro grupos de variables independientes para analizar la razón por la que los regímenes democráticos fracasan. El primer grupo está compuesto por variables de tipo institucional y evalúa elementos que varían desde el tipo de régimen hasta la concentración de los poderes en él. El segundo grupo incluye variables sociales y se centra en factores que van desde el trasfondo histórico del régimen democrático hasta los factores de tensión social. El tercer grupo comprende variables de mediación, centrados en la macro – política y los grupos sociológicos y muestran variables que van desde la naturaleza del sistema de partidos al nivel de estabilidad del gobierno y las coaliciones parlamentarias. El último grupo es de hecho una única variable, denominada “intromisión exterior”, que ha recibido escasa atención en el estudio de la estabilidad democrática, pero que ha demostrado ser fundamental. Las once variables incluidas en estas cuatro categorías se desarrollan a continuación.
Variables institucionales
Las cuatro variables institucionales utilizadas en este estudio incluyen dos que han recibido una atención sustancial en la literatura y dos que no. La primera variable examinada es el federalismo, que distingue entre sistemas de gobierno centralizados (Gran Bretaña), en un extremo, y gobiernos con una organización federal (Alemania) o semi – federal (Chipre antes de 1974) en el otro. Sostenemos aquí la hipótesis de que los estados federales son más propensos al colapso democrático que los unitarios. La introducción de un sistema federalista puede conducir a tensiones entre el “centro” y la “periferia” que pueden socavar la democracia, como ocurrió en la Guerra Civil americana. Esta hipótesis va en contra de la literatura sobre la relación entre esta variable y el colapso democrático. Por ejemplo, Lijphart (1984a, 1999) incluye el federalismo como uno de los elementos de contención de la mayoría que caracterizan su modelo consensual de la democracia. Desde su punto de vista, el federalismo es, entonces, propicio para la estabilidad democrática y no un factor peligroso (Lijphart, 1990). Diamond (1990), Diamond et al. (1995) y Horowitz (1994) se centran en la utilidad del federalismo en la distensión de conflictos étnicos y sociales, contribuyendo al desarrollo de democracias más estables en sociedades plurales. Hadenius (1994) no encontró una relación cuantitativa de valor entre el federalismo y la durabilidad de la democracia en países en desarrollo.
Una segunda variable a examen es el presidencialismo, que diferencia sistemas parlamentarios (caso de Italia) y sistemas presidencialistas y semi – presidencialistas (los Estados Unidos y Francia, respectivamente). El grueso de la literatura nos lleva a suponer que los sistemas presidencialistas y semi – presidencialistas son más propensos al colapso democrático que los parlamentarios. La razón estriba en la posibilidad de conflicto entre el Ejecutivo y el Legislativo. Esta variable ha generado toda una plétora de investigaciones, especialmente en la década de los 90. Por ejemplo, Stepan y Skach (1994) arguyen que el presidencialismo puede incluso impedir la consolidación de la democracia. El argumento más claro contra el presidencialismo fue presentado por Linz (1990, 1994). Entre los riesgos para la estabilidad de los sistemas democráticos presidencialistas, Linz incluye la rigidez, elecciones “de suma cero” y legitimidades duales – todas las cuales pueden minar la habilidad de producir compromisos, que son una necesidad básica para el sistema democrático. Horowitz (1990), Mainwaring (1993) y Shugart y Carey (1992), entre otros, han defendido el presidencialismo. El debate está lejos de asentarse, aunque la tendencia es favorable al parlamentarismo (Lijphart, 1991, 1995). Tres análisis recientes no han encontrado evidencias cuantitativas para apoyar a un régimen u otro (Power y Gasiorowski, 1997) o han acabado por situarse a favor del parlamentarismo (Hadenius, 1994; Przeworski et al., 1996).
La tercera variable institucional examinada es la proporcionalidad, que distingue entre casos de sistema electoral con una proporcionalidad baja (Canadá) y casos en los que se mantiene una alta proporcionalidad (Países Bajos). La literatura apunta a la hipótesis de que los sistemas proporcionales son más propensos al colapso que los que son menos. La influencia de la proporcionalidad, en todo caso, puede producir dos resultados contradictorios. Por un lado, una alta proporcionalidad puede expandir la fragmentación, aumentando así la fragilidad del sistema de partidos. Por otro lado, puede expandir la representación, conteniendo así los conflictos y evitando que salpiquen fuera del sistema. Mientras el debate sobre la proporcionalidad continua (Blais, 1991; Blais y Dion, 1990; Hadenius, 1994; Lardeyret, 1991; Lijphart, 1994, 1999; Sartori, 1994), la literatura cuenta con pocos exponentes que defiendan una alta proporcionalidad. Incluso los académicos a favor del sistema proporcional sugieren una versión moderada más que una radical. En este caso, son las consecuencias negativas de la alta proporcionalidad las que aparecen con más frecuencia en esta literatura.
La última variable institucional examinada es la debilidad constitucional (inestabilidad), que diferencia entre casos con una constitución estable (EEUU), demostrada por cambios constitucionales menores a lo largo del tiempo; casos donde se dan cambios demasiado frecuentes o profundos y generalmente inestables (Talidandia) y casos en los que hay una pérdida total de estabilidad constitucional (Israel). Sostenemos la hipótesis de que los sistemas con una estabilidad constitucional baja son más propensos al colapso democrático que aquéllos con una alta estabilidad. La razón es el marco normativo dentro del cual funcionan las democracias, es decir, los frecuentes cambios constitucionales podrían ser un indicador, no sólo una causa, de la inestabilidad democrática. Reglas de juego claras, sobre todo en tiempos de crisis, puede impedir que los enfrentamientos que socavan la democracia (Lutz, 1994). La cuestión de la estabilidad constitucional no ha sido considerada ampliamente en la literatura, pero sí tiene adeptos a ambos lados. Merkl (1993), por ejemplo, afirma que las constituciones flexibles son preferibles. Lijphart (1984a, 1990), por el contrario, postula que las constituciones rígidas bajo revisión judicial son parte de su modelo consensual, y sugiere este formato para las nuevas democracias.
Variables sociológicas
La mayor parte de la atención en la literatura se ha centrado en dos de las tres variables sociales. La primera variable es la fractura social, que distingue entre los países con pequeñas divisiones (Suecia) y aquellos con varias y profundas divisiones sociales (Líbano). La literatura apunta a la hipótesis de que los países con profundas o múltiples fracturas sociales son más propensos al colapso democrático que aquéllos con tenues divisiones o fracturas transversales. La teoría de Lipset (1959, 1960, 1994), de que las crisis transversales sirven para hacer una democracia estable está ampliamente aceptada. Dahl (1971), Horowitz (1994), Lijphart (1977) y Powell (1982) aportan más más detalles sobre la relación entre divisiones sociales y desarrollo democrático. Sin embargo, la literatura principalmente evalúa qué tipo de divisiones sociales, o la ausencia de ellas, conduce a una democracia más estable, mientras que nosotros estamos interesados en invertir esta relación para examinar la influencia de divisiones en la ruptura de la democracia.
La segunda variable es el mal funcionamiento de la economía, que distingue entre los casos con problemas económicos menores (Noruega) y aquellos con un peso significativo de los problemas económicos (Weimar en Alemania y un gran número de democracias en el mundo desarrollado). La mayor parte de la literatura nos lleva a la hipótesis de que los países con economías débiles o inestables son más propensos al colapso democrático que aquellos con economías estables. Przeworski et al. (1996, 2000) examinan los resultados económicos (es decir, el crecimiento, la ausencia de crisis, y la baja inflación) y la estabilidad de la democracia. Llegan a la conclusión de que la riqueza (un desarrollo positivo continuo de la economía) contribuye a la estabilidad democrática. Powell (1982) examina la relación entre la desigualdad económica y la violencia. Estos son sólo algunos de los estudios que miden los resultados económicos, no el desarrollo económico, y su relación con la estabilidad democrática. Lipset (1959), por ejemplo, mide los índices de desarrollo democrático (riqueza, industrialización, urbanización y educación) y afirma que, contra mayor es el desarrollo económico de una nación, mayor es la probabilidad de mantener un régimen democrático. Esta afirmación de Lipset ha sido confirmada por numerosos estudiosos que han llevado a cabo análisis multivariable, tales como Bollen (1979), Cutright (1963), Cutright y Wiley (1969), Lipset et al. (1993), y Olsen (1968) entre otros. La discusión entre estos estudiosos se refiere al tipo de relación, más que la existencia de dicha relación. ¿Es la relación lineal o no? (Bollen y Jackman, 1985) ¿Es la principal variable el desarrollo económico o la desigualdad de ingresos? (Hadenius, 1994; Muller, 1988, 1995).
Una tercera variable social, una historia desfavorable, es en realidad un conjunto de variables: se trata de los antecedentes democráticos del sistema sobre la base de su experiencia histórica, su cultura política, así como el grado de desarrollo de su sociedad civil. Se postula que los países con escasos o difusos antecedentes históricos (Perú y Turquía, respectivamente) son más propensos al colapso democrático que aquellos con una democracia histórica, cultural, civilmente sostenida por antecedentes (Suiza). La conexión establecida por Almond y Verba (1963) entre su versión preferida de una “cultura cívica” y la estabilidad de un régimen democrático es una de las más citadas referencias con respecto a esta variable, junto con Lipset (1960) y, más recientemente, Diamond (1993) y Putnam (1993). Huntington (1991) también ha extrapolado una relación entre la cultura y la democratización. Sin embargo, su trabajo, como es el caso de la mayor parte de la literatura en este campo, se refiere a la cultura como requisito previo para el establecimiento de la democracia (es decir, la democratización) y no para la estabilidad democrática. Inglehart (1988) llega a la conclusión de que existe una conexión entre el carácter cultural de la sociedad y la tendencia a adoptar instituciones democráticas. Diskin (2001) sostiene que "la historia favorable", en el sentido del desarrollo de la sociedad civil, como lo demuestra el papel del movimiento de oposición en Polonia y la incomparable contribución de la Iglesia católica romana, fue un factor importante de la revolución de 1989 en Europa oriental. Unos pocos estudiosos evalúan la pertinencia de las variables de trasfondo para la supervivencia de la democracia. Diamond et al. (1995), por ejemplo, encuentran una considerable evidencia de que las características de la cultura democrática están estrechamente correlacionadas con la estabilidad democrática. Weiner (1987) observa que el modelo colonial británico de “democracia tutelar” ha tenido más éxito que otros modelos coloniales en el mantenimiento de las instituciones democráticas en países de reciente independencia. Weiner, por tanto, considera que el marco institucional para la democracia, una vez instalado, ayuda a crear las condiciones necesarias para su propia persistencia. Daalder (1966) sostiene que un desarrollo democrático gradual, particularmente en relación con las actitudes de la élite y el crecimiento económico, es un requisito para la estabilidad democrática. Para fines operacionales, se ha hecho también referencia al grado de violencia doméstica y a crisis democráticas previas en la medición de esta variable en cada uno de los casos investigados.
Variables “de mediación”
También han sido incluidas en este estudio tres variables de mediación entre las instituciones y la sociedad. La primera de ellas es la fragmentación, que trata sobre el grado de dispersión del sistema de partidos, representada por el número de partidos en la parte baja o cámara única del Parlamento. La literatura apunta a la hipótesis de que los sistemas de partidos con un alto nivel de fragmentación (Weimar en Alemania) son más propensos al colapso democrático que los sistemas con baja fragmentación (los EE.UU.). El debate sobre la fragmentación es en gran parte responsable de definir el ámbito de los partidos y los sistemas de partidos. Desde Duverger (1954) y Lipset (1960), el recuento numérico de partidos y la consiguiente relación con la estabilidad democrática ha sido un foco central de gran parte de la literatura. Estos estudiosos, entre otros, como Neumann (1956) y Dahl (1971), percibían que el sistema de dos partidos era una condición necesaria para la estabilidad política. Incluso los estudiosos que sostienen que la fragmentación no conduce necesariamente a la ruptura de la democracia (es decir, que los sistemas fragmentados pueden ser estables) abogan por un moderado nivel de fragmentación en lugar de uno alto (Lijphart, 1977; Midlarsky, 1984; Rokkan, 1970; Sartori, 1976).
Una segunda variable es la polarización, que distingue entre los sistemas de partidos con un bajo grado de polarización (Australia) y los sistemas de partidos en el que un grado considerable de partidos políticos anti – sistema juegan un papel relevante (España antes de Franco). La mayor parte de la literatura nos lleva a la hipótesis de que sistemas de partidos altamente polarizados son más propensos al colapso democrático que los sistemas con baja polarización. La razón es que la polarización produce facciones extremistas o anti – sitema que pueden socavar la legitimidad del régimen, por lo general son excluidos del poder, y pueden impedir la formación de los gobiernos – limitando así la gama de partidos que tienen acceso al poder. El resultado final es la inestabilidad democrática (Daalder, 1971; Hazan, 1995, 1997; Ieraci, 1992; Lane y Ersson, 1987; Powell, 1986; Sani y Sartori, 1983; Sartori, 1976).
Otra variable dentro de la categoría de mediación es la inestabilidad gubernamental, que se refiere al grado de estabilidad del gobierno sobre la base de la durabilidad de las coaliciones de gobierno y de sus gabinetes, o ambas cosas. La literatura lleva a la hipótesis de que los gobiernos inestables, o regidos por coaliciones (Cuarta República Francesa), son más propensos al colapso democrático que los gobiernos estables (Alemania posterior a la Segunda Guerra Mundial). Por otra parte, la inestabilidad gubernamental también puede ser un indicio de una disminución general de la estabilidad como consecuencia de otros factores, algunos de los cuales constituyen otras variables en este estudio. La conexión entre la estabilidad del gobierno o de la coalición y el régimen suele ser examinada en el marco de estudios concretos y en la literatura en relación con el nivel de gobierno generalmente se evalúa la estabilidad de la relación en la dirección “contraria”, es decir, la influencia del régimen de gobierno en los atributos de la estabilidad (Dodd, 1976; Taylor y Herman, 1971). Por otra parte, la mayoría de los estudios sobre gobiernos o coaliciones y estabilidad están dedicados a la investigación de los atributos particulares de la coalición que conducen a la estabilidad o inestabilidad del gobierno per se, antes que sobre el sistema democrático en su totalidad (Axelrod, 1970; Blondel, 1968; Browne et al., 1986; De Swaan, 1973; King et al., 1990; Laver, 1974; Laver y Schofield, 1991; Laver y Shepsle, 1996; Sanders y Herman, 1977; Warwick, 1994).
Variables externas
Una variable que no encaja en ninguna de las tres categorías anteriores en este artículo es la participación extranjera, que se refiere a la implicación (o amenazas graves), de países extranjeros (u otros elementos) en la política interna. El poder explicativo de esta variable hace imprescindible su inclusión en cualquier análisis de colapso democrático. Se postula que los países que experimentan graves niveles de participación de las fuerzas extranjeras son más propensos a colapso democrático que aquellos con baja participación. La participación extranjera, en numerosos casos, ha sido el principal factor que ha puesto fin a un régimen democrático. Se excluyeron de nuestro examen, sin embargo, todos los casos de ocupación pura y simple, como en Francia y Noruega (1940), Polonia (1947), y Checoslovaquia y Hungría (1948). La literatura no ha abordado este factor en una comparativa, de manera analítica. Obviamente, hay casos, como la intromisión en los antiguos países comunistas del oeste, en el que la influencia extranjera resultó positiva. Determinado país o zona de estudios han incluido un debate sobre el papel de las fuerzas extranjeras en el colapso de la democracia, pero esta variable rara vez se ha incluido en los estudios comparativos que se centran en la estabilidad democrática (Fischer-Galati, 1992; Gasiorowski y Power, 1998).
(Siguiente parte: Resultados. En principio, se omite la parte de Metodología y casos de estudio- páginas 7 a 9 - para centrarnos en la información más relevante para el lector).
© 2005 International Political Science Association
SAGE Publications (London, Thousand Oaks, CA and New Delhi)
DOI: 10.1177/0192512105053787
sábado, 9 de agosto de 2008
Partidocracia en España (primera parte)
Básicamente el estudio va dirigido a la necesidad de cambiar el sistema electoral español, para tener elecciones separadas al Legislativo y al Ejecutivo, y estas últimas a doble vuelta en caso de que nadie obtenga un apoyo ciudadano del 50% en la primera elección.
Comencé por las elecciones generales, siguen las elecciones autonómicas, después irán las elecciones municipales, y finalmente es posible que anote algunos hechos curiosos de la historia electoral española.
El ritmo de publicación está siendo lento, porque a la vez sigo escribiendo sobre todos los temas que se me ocurren. Pero poco a poco voy avanzado. Ya he terminado la primera parte, la dedicada a las elecciones generales, y acabo de empezar con los textos sobre las elecciones autonómicas. Las conclusiones a las elecciones generales fueron demoledoras desde un punto de vista estrictamente democrático, peores de lo que yo esperaba cuando decidí hacer este estudio.
Cada vez estoy más seguro de que en España no hay democracia, es decir, no hay gobierno de los ciudadanos, sino partidocracia, o sea, gobierno de los partidos políticos, que hacen y deshacen a su antojo.
Cuando acabe esta serie, dentro de algún tiempo, quiero abrir otra, mucho más corta que la presente, en la que quiero dar una serie de alternativas que creo que necesita España para convertirse realmente en una democracia. Por supuesto no espero que se lleven a la práctica por el mero hecho de escribirlas, pero ahí quedarán, por si a alguien le interesa.
Y mientras tanto seguiré publicando los textos sobre la serie partidocracia en España. Si no antes, cuando termine la parte sobre las elecciones autonómicas, me dejo caer de nuevo por aquí.
jueves, 31 de julio de 2008
Análisis preliminar: el fraude del sistema político Español
Esto es debido seguramente a dos motivos los cuales se realimentan entre si, formando un circulo vicioso. Cada uno de estos motivos representa respectivamente a los principales elementos presentes en un sistema político: el formal y el social.
- Porque el sistema lo propicia (no existen candidaturas independientes, las listas son cerradas, no hay independencia de poderes, etc.)
- Por la propia idiosincrasia del ciudadano Español (falta de cultura democrática, sectarismo, nacionalismos, etc.)
La responsabilidad de esto la tuvieron en la transición todas las fuerzas políticas que tuvieron la oportunidad de negociar un sistema político que incluyese los aspectos anteriores. No fue así, y ahora somos los ciudadanos los responsables de mejorar esto.
A tenor de lo expuesto y analizando el sistema electoral y representativo Español, se puede deducir que la supresión del mandato imperativo que eliminaba la responsabilidad de los políticos con los ciudadanos, abrió las puertas a que esta responsabilidad lo fuera para con su partido. Por esta razón, lo incongruente o incoherente del sistema Español es que aunque se vote a partidos, el reparto de escaños lo es en función de los votos recibidos por los candidatos de cada distrito, aunque al ser estos elegidos como candidatos por los partidos y estar estos sometidos a su disciplina, no sean más que meras extensiones de estos.
Por otro lado, aunque los ciudadanos pretendiéramos votar en función de los candidatos presentados en cada distrito ya que el sistema lo permite, el funcionamiento real seguiría siendo por partidos, por los motivos presentados. De ahí el principal fraude que se realiza, al aparentar una posibilidad que en la práctica, no es tal. En resumen, se presenta un doble fraude:
- Los que tienen verdadera capacidad de decisión son los partidos, no los ciudadanos, ya que aquellos controlan a los candidatos y en definitiva toda la oferta electoral, tanto en el ejecutivo como en el legislativo. Y dentro de los partidos, sus cúpulas, las cuales pactan acuerdos postelectorales ajenos a la voluntad de los ciudadanos la gran mayoría de ocasiones, o al menos, sin consultárselo.
- El reparto de poder a los partidos, no es proporcional, aprovechando la elección por distritos que otorga más poder a aquellos que reciben un mayor número de votos en su circunscripción, aún recibiendo el partido al que pertenece un menor número de votos a nivel estatal o nacional. Esto sería válido únicamente si el candidato es independiente (aspecto que tampoco es posible con el actual sistema) o en todo caso, existiesen mecanismos para que deba cumplir con su electorado, no con su partido.
Un ejemplo práctico y real de esta situación se dio en las pasadas Elecciones Generales del 9 de Marzo de 2008. En la Comunidad Valenciana, el PSOE/PSPV presentaba a la actual vicepresidenta Dña. Mª Teresa Fernández de La Vega, como candidata «por valencia», para lo cual tuvo que empadronarse forzosamente en dicha provincia (municipio de Beneixida).
Se utilizaba de esta forma un supuesto gancho de esta ministra valenciana para atraer al público valenciano y que con sus votos contribuyera a la victoria de su partido en el cómputo general, sin garantías de que el escaño obtenido esté al servicio de representar a sus electores. Escaño obtenido por cierto, a pesar de perder en su distrito electoral ya que una vez más se observa que aún siendo la representación por distritos el reparto es proporcional, constituyéndose un extraño sistema proporcional de listas bloquedadas distintas para cada circunscripción y con un valor distinto por escaño según su población.
El voto en blanco
Otro aspecto fraudulento es el tratamiento del voto en blanco. Esta opción de voto, en la práctica y con el actual sistema, tan solo modifica los margenes mínimos necesarios para obtener representación parlamentaria. Es decir, si existiesen un 80% de votos en blanco, y el mínimo para obtener al menos un diputado es el 5%, los 350 escaños actuales se llenarían con la representación obtenida del 15% restante. Si ese electorado vota siguiendo la pauta hasta ahora, es decir, con dos partidos mayoritarios ocupando el 85% de los escaños, se correspondería con un 12,75% de ese 15%, no quedando margen electoral para los partidos pequeños ni para ningún otro partido que no sea de los mayoritarios, al no quedar porcentaje suficiente. Nada que ver con la utilidad que debería tener esta opción de voto.
miércoles, 19 de marzo de 2008
Alternativas al sistema electoral
Han sido, sin embargo, las recientes elecciones generales las que han provocado esta reacción de la sociedad, forzando la convergencia de los distintos grupos y ciudadanos anónimos preocupados por el tema. Así es como el deseo de cambio se ha convertido en el foco de atención de nuestra pequeña red social y como han ido apareciendo inesperados "compañeros de camino".
Parece, por tanto, que es un buen momento para considerar cómo vamos a canalizar toda esta energía cívica que se está acumulando a propósito de nuestro sistema electoral. Este artículo sólo quiere ofrecer unos enlaces "de auxilio" para animar un debate profundo y fructífero sobre las diferentes alternativas.
Para empezar, merece la pena recordar algunas direcciones básicas para comprender de qué estamos hablando:
- La wikipedia contiene información muy completa en su versión inglesa sobre sistemas electorales.
- Probablemente la red más completa sobre sistemas electorales es ACE, con base de datos electorales, comparativas, enciclopedia...
- La Lijphart Elections Archive es otra página con mucha información electoral y enlaces a grupos de estudio de muchos países de todo el globo.
- Por ejemplo, podemos empezar leyendo este artículo del País: El maquiavélico sistema electoral español.
- Podríamos complementarlo con otros análisis en la red, como éste en readyfortomorrow o éste otro de nuestro compañero paha sapa.
- Finalmente, quedarnos con lo esencial, como se resume en esta página del profesor Bartolomé Barceló la Universidad Autónoma de Madrid y en esta presentación del profesor Mario Bilbao de la Universidad de Sevilla.
Un aspecto fundamental de la posible reforma es el que apunta nuestro imprescindible Quijano en su página, cuando dice:
"(...) que no se confunda nadie. La reforma previsible reforma en caso de hacerse por estos partidos políticos, se basa bajar el listón de porcentaje o de número de votos para obtener representación en el parlamento. Una reforma que causará resquemor en las formaciones nacionalistas, que aprovecharán sin duda la ocasión, para reforzar con argumentos victimistas sus posiciones separatistas.Movidos por un espíritu semejante, algunos ciudadanos se han reunido en el blog Reforma Electoral, desde donde hacen este alegato:
La verdadera reforma, que significaría la defunción del régimen y la apertura hacia una verdadera democracia, vendría con una separación de elecciones, presidenciales y legislativas y un sistema de voto mayoritario a doble vuelta donde saliesen elegidos un solo representante ganador, al que se le podría exigir responsabilidades por su gestión.
(...) Esta ley electoral es el talón de Aquiles de esta partitocracia y por tanto, el blanco a apuntar con la flecha de la verdad, para todo ciudadano que anhele la democracia y la libertad."
- Exigimos a las dos grandes formaciones políticas españolas una profunda reflexión desvinculada de sus intereses partidistas, coyunturales y electorales.Nos corresponde ver, juzgar y actuar, pues es la hora de los ciudadanos.
- Reclamamos que escuchen las voces que se alzan en la sociedad deseosas de un cambio que permita que el voto de todos los ciudadanos tenga el mismo valor.
- Demandamos una reforma de la actual Ley Electoral, por injusta y alejada del principio "Un ciudadano, un voto".