En el artículo anterior se mostraban algunas de la opciones que se podrían considerar en un sistema político para lograr aumentar la democracia, que a tenor de lo comentado no es de otra forma que aumentando la participación ciudadana. Un sistema basado especialmente en el gobierno por parte de representantes, siendo la única posibilidad del ciudadano para valorar su acción, la de votar que sean unos u otros cuando estos digan y a quienes estos digan, ya que no es posible elegir quienes son esos unos ni esos otros, ni lo que han de hacer o decidir, dando igual si lo hacen regular, mal o muy mal (que lo hagan bien ya se da por descartado), difícilmente puede ser democrático. Aunque quien sabe, dada la última tendencia a deformar el significado de las palabras.
Pero entonces, si se desea mantener dicho significado fiel a los que la idearon, en un alarde de estoica heroicidad ¿donde quedarían los partidos políticos en este esquema?...
Los partidos
Para ser sinceros, un sistema basado en los representantes y que pretenda ser democrático, adolece de un defecto de base: la financiación.
Desde el momento en que, el que tiene más dinero para promocionarse podrá llegar a más gente, y por lo tanto, resultar del agrado de una mayor cantidad y tener más opciones para ser elegido representante, el principio de igualdad inherente a una democracia queda al menos, alterado.
La solución española de financiarse a través del estado en función del número de votos obtenidos, es como permitir a los presos que se guarden ellos mismos la llave de la celda, sobre todo si una vez con el dinero, no existe apenas transparencia con lo que hacen, ni que decir tiene si llegan al gobierno. No es solución.
Teniendo en cuenta lo expuesto, un grupo de ciudadanos libres pero con ideologías afines, es decir, que coinciden en lo básico pero no desean renunciar a su libertad ideológica, podrían unirse y así co-financiarse y hacer frente a esos magnates. De esta forma la sociedad civil, a través del asociacionismo político podría competir en igualdad de condiciones frente a cualquiera. Nótese que no se ha hablado de escaños, ni votos ni nada por el estilo que tenga que ver con las instituciones del estado. Este debería mantenerse al margen, o en todo caso, intervenir para garantizar que el funcionamiento de esos partidos es democrático y sus cuentas completamente transparentes.
Naturalmente, en un sistema partidocrático, desear que un partido intente funcionar internamente como una democracia, es como pedirle peras a un olmo. Lo único que puede y debe funcionar democráticamente es la sociedad civil, y los partidos lo harán en la medida en que el sistema dependa de esta, y no de los partidos.
Por lo tanto, hasta que la sociedad civil no aprenda a organizarse democráticamente, logre arrinconar a los partidos tradicionales (y a los que aspiran a serlo), y una vez con el estado ya en posesión de la sociedad civil deje entrar a los partidos bajo las condiciones explicadas; no llegará la democracia. Jamás. Así que señoras y señores, vayan poniéndose a remojo, que hay para rato.
Independencia de poderes
Algo muy importante en toda democracia, más aún en la medida que sea representativa, es la independencia de los poderes. Nada de lo comentado aquí podría ser de verdadera utilidad si no existiera un poder independiente que vigilara por ejemplo, que las propuestas aceptadas incluso en referéndum democrático, no vulneran ciertos derechos individuales, aunque sea el de un solo individuo (p.ej.: la libertad religiosa, de expresión, etc.). De no ser así, el paso de una democracia a una dictadura de la mayoría1 sería casi inmediato, y los despropósitos podrían ser de verdadero escándalo. Este tal vez haya sido el fallo que llevara a las repúblicas españolas a su histórico fracaso.
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(1) «Estas virtudes, sin embargo, sólo están presentes si el gobierno elegido democráticamente no excede sus funciones específicas. El poder ilegítimo "corrompe" cualquiera sea el origen de los mandatarios. Para esta corriente de pensamiento, entonces, la dictadura de la mayoría adolece de los mismos defectos que el absolutismo monárquico, y no es en esas circunstancias una herramienta idónea para asegurar la paz social» GALLO, E. Notas sobre el liberalismo clásico. [en línea]. Pág, 252-253. Documento PDF disponible, <aquí> [acceso: 16 dic 2008]
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